Un crucero en el Golfo
Para quienes prefieren la comodidad de una visita al golfo a bordo de un barco, desde la marina parten modernos ferries que brindan el servicio de transporte la mayor parte del año. El primer espectáculo que se puede ver navegando, después de la playa de Cala Fuili, son los dos grandes arcos de entrada a las cuevas del Bue Marino. Los ferries llevan a los turistas hasta la entrada, donde continuarán la visita guiada a pie. A poca distancia de las cuevas hay una pequeña playa de arena llamada Zio Santoru. Las marejadas no siempre recrean la playa que arrasaron durante el invierno, pero si llega a tocar tierra, será interesante visitar la cueva colgante con vistas al mar. Todavía media milla y se llega a la playa de Cala Luna, aquí, el acantilado de piedra caliza aparece atravesado por seis enormes cuevas que se abren a la playa y terminan dando lugar al valle que generó la playa.
La maravillosa duna de arena y guijarros une la pared de las cuevas con la majestuosa roca de Su Masongiu, espectacular no sólo por su altura, sino también por los bloques cuadrados de roca que caen al mar formando Punta Lastroni. Justo detrás de la duna de arena, un denso bosque de adelfas se tiñe de rosa en los meses de verano.
Después de Punta Lastroni la pared rocosa continúa alta sobresaliendo el mar, hasta otra playa de códula, llamada Cala Sisine. Los altos muros abiertos a la playa dan a este lugar un singular aspecto de montaña, realzado por el bosque de las paredes del desfiladero con sus algarrobos y encinas centenarias. A diferencia de Cala Luna, aquí el arroyo no resurge excepto durante las crecidas invernales. Todas las playas que siguen, se originaron a partir de desprendimientos de rocas o escombros, que el mar ha trabajado a lo largo de los siglos, para formar las dunas de diminutos guijarros, que dan al fondo marino los estupendos colores en las distintas tonalidades de azul y verde.
La playa de Cala Biriola con su arco de roca natural, está dominada por un inmenso bosque, que en el siglo pasado abastecía de madera de construcción y carbón para la exportación. De los acantilados sobresalen los caminos de los carboneros y las vías que facilitaban el transporte de carga en los veleros. Cala Mariolu aparece con dos ensenadas separadas por un promontorio de roca escarchada, tendida sobre un fondo marino de color azul claro.
A poca distancia, Cala dei Gabbiani encierra un tramo de mar con una transparencia increíble, del que emergen pequeñas rocas de roca muy blanca. Cala Goloritzè, se caracteriza por un magnífico pináculo rocoso que domina la playa, un auténtico tótem para los escaladores que, desde una altura de 140 m. podrá disfrutar del panorama más exclusivo del golfo.
Después de rodear el gran arco de roca junto a la playa, se continúa hasta el extremo de Capo Monte Santu, admirando el vuelo de los Halcones Reales que anidan en gran número en las altas paredes verticales. El crucero finaliza con la visita a las dos últimas ensenadas, dos pequeños fiordos que se adentran en la montaña ofreciendo refugio de los vientos del norte.